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Por: Verónica Rea, MBA e Ingeniera en Energía y Desarrollo Sustentable

El mercado eléctrico mexicano ha sido tema de conversación desde hace varios años, principalmente desde 2013 cuando se aprobó la reforma energética, y como en todo, había opiniones a favor y otras en contra. Pero una realidad era que desde un inicio el nuevo modelo generaba grandes expectativas y otros países volteaban a ver cómo se implementaba.  En cuanto se llevó a cabo la primera subasta energética de largo plazo ocurrió el “bum”, porque se lograron firmar contratos de compraventa de energía por precios históricamente bajos. Esto fue la bandera de salida para que varios países latinoamericanos comenzaran a incorporar modelos similares a sus mercados eléctricos.

Desde ese entonces hemos escuchado hablar de las “energías del futuro”, que son más baratas que las convencionales, que hay mucho potencial fotovoltáico y eólico en el país, que son mejores para el ambiente, etc… pero la verdadera pregunta que muchos se han formulado es si realmente ha fortalecido al Sistema Eléctrico Nacional o si por el contrario éstas lo debilitan.

Desde mi punto de vista, creo que no debería haber duda que se fortaleció. Ahora contamos con un sistema diversificado que generó bastantes empleos y logró aumentar el porcentaje de energía generada a partir de fuentes renovables (18.3%[1] en 2013 vs 35.07%[2]  en 2020 según datos de SENER). Adicionalmente, a partir de la reforma energética, los suministradores de energía tienen la posibilidad de adquirir la energía por los precios que mejor le convengan sin tener que invertir en nuevas centrales para satisfacer la creciente demanda energética del país.

A pesar de lo anterior, se ha tomado la decisión de regresar a las energías convencionales, lo cual nos hace ir contra corriente. Es una realidad que la energía no convencional es el paso hacia adelante ya que como país debemos buscar las soluciones energéticas que sean realmente sustentables, lo cual quiere decir que sean amigables con la sociedad, el ambiente y la economía. Por ello, inevitablemente vamos a tener que regresar al camino de las “energías del futuro” y poco a poco dejar atrás las fuentes de energía no sustentables, o como a mí me gusta denominarlas “energías del pasado”.

Además, viéndolo desde el punto de vista de demanda, se espera que sólo este año aumente 1.05%, según datos de Sener. Y está claro que este crecimiento no se detendrá, así que la oferta deberá de seguir creciendo al menos al mismo ritmo. Para esto, no sólo se requieren nuevas centrales para satisfacer esa nueva demanda, sino que además, debido a que las centrales existentes se desgastan, éstas deben ser sacadas del sistema eléctrico nacional (SEN) para proteger a la red y su confiabilidad. Por lo tanto, debe de haber otras fuentes que puedan generar la energía que deja de producirse en el SEN y qué mejor que esta nueva generación provenga de fuentes sustentables.

Esta transición no es fácil ni mucho menos rápida, pero lo que es seguro es que las energías renovables no están peleadas con las convencionales. De hecho, tener un sistema eléctrico diversificado nos da fortaleza al no hacernos dependientes de una única fuente de energía. Un ejemplo de esto es la situación que se vivió en el norte del país a inicios de año, cuando debido a las heladas no hubo suministro de gas y por ende, hubo cortes de energía en varias zonas. Por ello, no se espera que el cambio sea abrupto. Cualquier tipo de planta generadora puede coexistir en el mismo sistema y conforme las centrales eléctricas de fuentes no renovables vayan saliendo de operación, las no convencionales podrán entrar para hacer frente a la demanda del país de manera más sustentable y aprovechando los recursos tan bastos que tenemos en México.


[1] Secretaría de Energía. (2015). Prospectiva del Sector Eléctrico 2014–2028.

[2] Secretaría de Energía. (2021). Prospectiva del Sector Eléctrico 2020–2034.